Montag, 24. Oktober 2011

No se dejen engañar por la derrota del Bayern

Esta afirmación me lleva a moverme por un terreno peligroso, no quiero, ni pretendo, restarle meritos a la victoria del domingo del Hannover sobre el Bayern (2-1), pero aquellos que quieran ver en ella una señal de debilidad, quizás el arribo al pico máximo del rendimiento al que sigue una caída, están equivocados, no vieron el partido, o se están dejando conducir exclusivamente por la información del resultado.

No, aún perdiendo el Bayern no cesa de mejorar; el club de Múnich está lejos de haber llegado al tope de su nivel, apenas lo está insinuando, y su galope en la Bundesliga, así como su trote firme rumbo a ser candidato a la Champions League, no se detuvo en Hannover, donde a lo más se tropezó.

Bastian Schweinsteiger declaró hace una semana, previo al compromiso de Champions en Nápoles, que al Bayern el único en capacidad de frenarlo era el mismo Bayern. Eso fue lo que sucedió esta semana, la más frustrante –y a la vez la más didáctica- de lo que va corrido de la temporada.

En Italia los de Múnich jugaron su PEOR partido desde que el entrenador Jupp Heynckes asumió la dirección del equipo, y aún así, explotando las debilidades del rival, el partido se pudo haber ganado cómodamente. Un empate fue un buen botín, para ambos.

El problema en Nápoles fue la excesiva confianza en sí mismos, en últimas, haber caído en el error señalado por Schweinsteiger. No hay duda (aunque no excusa) que cuando un equipo se da cuenta con cuánta facilidad puede controlar a su enemigo, automáticamente reduce su ritmo de juego al “modo de ahorro”; ante los italianos el Bayern no renunció a su ideal futbolístico de abrir las bandas, darle un buen manejo al balón, combinar por todos los sectores de la cancha, y vincular a todos sus actores en labores defensivas.

El problema (y por eso no ganó) es que lo hizo realizando el mínimo esfuerzo.

Aún recuerdo al Bayern de Hitzfeld apegado a un libreto muy limitado donde su principal arma eran los centros, y aún así hoy se recuerda a ese equipo como garante de triunfos, al igual que con van Gaal, abusando del control de la pelota bajo la máxima “es mejor tenerla así no hagamos nada con ella” dependiendo de las embestidas de Robben y/o Ribéry, en un momento al que a ese fútbol se le llamó (yo también lo hice) “progresivo”.

El Bayern de Heynckes es hoy ya muy superior a esos dos equipos, y va camino a ser todavía mejor en un par de meses si se toma como punto de evaluación el progreso que se le ha visto. Este Bayern tiene algo nunca antes visto en Múnich, y creo en la Bundesliga: alternativas a granel, recursos por montones, ideas en cantidades.

El plan de Heynckes no es el de imponer una idea y de acuerdo a ella jugar al fútbol; no, Heynckes ha logrado que cada jugador aporte lo mejor que tiene, y le ha inculcado a cada uno de ellos, exigiéndolo cuando es necesario, que lo individual, en vez de obstaculizar lo colectivo, lo enriquezca.

Por eso hoy Ribéry no sólo es el genio de las gambetas, sino también el primer tapón defensivo; por eso Toni Kroos, con su perfecta dualidad al momento de entregar el balón o recuperarlo, es símbolo del nuevo Bayern; por eso Schweinsteiger es el nuevo líder silencioso en el grupo, el maestro de ceremonias que no necesita gritar para ser escuchado y entendido.

En Hannover, justamente, el Bayern perdió, pero pocos partidos esta temporada pueden servir mejor para ilustrar todas las posibilidades del club de Múnich: Kroos estrelló un disparo de media distancia en el travesaño, Mario Gómez desperdició por lo menos 4 opciones claras de anotar, a Schweinsteiger el gol se lo negó el paral, a David Alaba (uno de los recursos en el banco) le entró uno y otro de tiro libre se escapó por un pelo. ¡Y todo ello con 10 luego de la expulsión de Jerome Boateng!

Sí, Hannover ganó, y mereció el triunfo, pero no fue en ningún momento superior al Bayern, eso no. Los dueños de casa tuvieron ocasiones de anotar, pero el balance crudo es que los goles de la victoria se los concedió la visita: el primero un penal tonto provocado por Philipp Lahm, el segundo un disparo que desafortunadamente desvió Luiz Gustavo.

El Bayern, perdiendo, mostró (sin la suerte de haber anotado) de qué es capaz en lo futbolístico y en lo moral, pues nunca bajó los brazos, por el contrario, cada vez sacó de la manga más y más ases que a la final, tristemente, no le dieron ningún punto.

Keine Kommentare:

Kommentar veröffentlichen