Dienstag, 4. Oktober 2011

La Bundesliga protege a sus patrocinadores

Ahora que el fútbol de clubes hace una pausa, ajustándose al calendario internacional, y que aún faltan un par de días para el partido entre Alemania y Turquía, es oportuno darle cabida aquí a una noticia al margen de la cancha, pero no por ello menos significativa para el deporte que tanto nos gusta. Se trata de un acuerdo entre la Bundesliga, los patrocinadores del balompié, las autoridades judiciales y los inversionistas. Mucho de dinero, que es lo que mueve esto.

La noticia, incluso aquí, pasó un poco desapercibida (con seguridad aún más lejos de Alemania), pero tiene un gran peso para la financiación de actividades futuras del fútbol profesional en este país.

La semana pasada se reunieron, por convocatoria de las directivas de la liga de fútbol (DFL), representantes de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), el Comité Olímpico Alemán, y la Unión de Patrocinadores (S20), para firmar conjuntamente una declaración en la cual se contemplan las “reglas de juego” necesarias para evitar caer en actuaciones que atenten contra el marco jurídico nacional.

¿Y eso qué es? se preguntarán algunos de ustedes al leer esto; para explicarlo mejor es quizás necesario ilustrarlo.

En casi todos los estadios alemanes hay palcos privados, en su mayoría propiedad de firmas grandes y pequeñas, así como asientos especiales en las tribunas con los sitios más apetecidos y con mejor visibilidad, sobre los cuales, en buena parte, disponen los patrocinadores de los equipos. Eso quiere decir que los lugares en los palcos privados y en las mejores tribunas no se ponen a la venta, sino que se reparten de acuerdo a los huéspedes de dueños y patrocinadores, respectivamente.

Los espectadores con una de esas entradas pueden ingresar al estadio con horas de anticipación al partido, y abandonarlo horas más tarde de su finalización, con la seguridad de no aburrirse ni antes ni después: la atención es de primerísima calidad, con chicas lindas por doquier que leen sus deseos antes de que el visitante pueda formularlo; la comida, que siempre es abundante y deliciosa, es preparada por chefs de cinco estrellas; las bebidas, como los manjares también gratuitas, fluyen sin parar; a veces hasta hay cantantes y un programa especial con artistas diversos

Tener una de esas entradas es casi una entrada a un paraíso mejorado; sí, mejorado porque es el paraíso con fútbol. Pero todo ello sólo es posible con la inversión de mucho dinero, y aquellas firmas y patrocinadores que invierten en atender a sus huéspedes, obviamente no me invitan ni a mí, ni a otros mortales común y corriente, sino a importantes personalidades, acompañadas de sus familias y parejas sentimentales, con las cuales tienen un interés especial de establecer cordiales relaciones que en el futuro –en asuntos de negocios o legislativos- les transforme en interlocutores cordiales y receptivos.

Llámenlo relaciones públicas, o cabildeo, lo cierto es que la frontera que separa esas atenciones especiales de un chantaje, y por ende de la posibilidad de derivar en actos de corrupción y tráfico de influencias, es muy delgada, fina y susceptible de trasgredirse.

La justicia alemana es en estos casos muy quisquillosa, la Fiscalía General observa y controla con gran celo las actividades de este tipo que se llevan a cabo en el estadio, particularmente cuando los invitados son funcionarios públicos, políticos o representantes del gobierno. Pero no sólo estos pueden terminar señalados como “corruptos” o de “pagar favores” (invitación) al tomar decisiones que inclinan la balanza en beneficio de sus anfitriones.

Como consecuencia se presentan dos reacciones:

1- Las firmas y los patrocinadores se abstienen de invitar a determinadas personas y –al ver el sinsentido de sus inversiones en los estadios- se distancian del fútbol y ya no aflojan su dinero con la misma facilidad que antes.
2- Los invitados rechazan la atención –para evitarse posibles problemas con la justicia- y las firmas y los patrocinadores reaccionan al igual que en el punto anterior.

En últimas, quien acepta asistir al estadio invitado por patrocinadores o firmas dueñas de palcos privados, debe contar con la posibilidad de convertirse en “sospechoso” presunto de un delito cometido o por cometer.

Obviamente ni firmas ni patrocinadores están contentas con la situación (aunque debo aclarar aquí que mi experiencia es que esos palcos privados, al igual que las tribunas especiales, siempre están llenas), y su descontento preocupa a la Bundesliga, que ve en peligro los enormes ingresos que obtiene por este concepto, en el caso ejemplar del S20, que es sólo una parte de todo el conglomerado, eso sí la más importante por el peso de sus integrantes (Telekom entre ellos), 500 millones de euro.

Por eso la declaración firmada por los participantes en la reunión de la semana pasada, la que establece las “reglas de juego”, es un paso importante que da la Bundesliga para proteger a sus patrocinadores y al tiempo velar porque todos los involucrados reciban lo suyo. El fútbol, por lo tanto, sus ingresos; los patrocinadores e inventores los contactos de negocio sin que ello sea visto con “malos ojos” por la justicia.

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