Freitag, 23. September 2011

Ralf Ragnick y la cara humana de la Bundesliga

Es lamentable la situación de salud por la que atraviesa el hoy ex entrenador del Schalke, Ralf Ragnick, y sólo resta desearle una pronta recuperación. De otro lado tranquiliza –y mucho- ver cómo ha reaccionado el fútbol alemán a la noticia: con solidaridad y comprensión.

La Bundesliga, empezando por el propio Schalke y terminando con los jugadores y entrenadores de distintos equipos, ha tendido un manto protectivo sobre Ragnick. Atrás quedaron los tiempos en los que reconocer una debilidad eran una condena en el fútbol de Alemania; no, en esta ocasión, cuando un técnico de uno de los clubes más importantes del país, uno que goza del reconocimiento colegial, dice “no puedo más”, a su alrededor la gente responde “bien hecho que acepte y enfrente esa realidad, esa es una verdadera fortaleza, la decisión de retirarse merece nuestra admiración”.

Cuan lejos lucen hechos acontecidos hace apenas un par de años; por ejemplo la salida de Otmar Hitzfeld del banco del Bayern arguyendo la necesidad de una pausa que no era otra cosa que la formulación elegante de un sincero “estoy quemado, no doy más”.

Ni que mencionar el dilema que le costó al final la vida al portero del Hannover y la selección alemana Robert Enke, quien terminó quitándose la vida antes que encarar públicamente su profunda crisis anímica y emocional producida por el desgaste del fútbol competitivo.

Alemania aprendió la lección, y la liga puede estar orgullosa de ello. Es obvio que las cosas no han cambiado de fondo: la competencia no tiene clemencia, los fallos no tienen perdón, las derrotas se condenan.

Pero de otro lado hay una sombra de grandeza en la forma en la que el mundo futbolístico alemán se volcó al lado del entrenador que sufre, de la misma forma que hace un par de semanas lo hizo a favor del arquero suplente del Hannover, Markus Miller, quien comunicó abiertamente que agotado mentalmente se entregaba a cuidado médico y sicológico en busca de una mejoría.

Sería inocente esperar que el fútbol abandone de la noche a la mañana su “crueldad” producto de la competencia, los intereses económicos y las vanidades. Pero reconforta -¡y cómo reconforta!- saber que por lo menos en Alemania se ha abierto la puerta a un sentido de humanidad necesario para compensar el desgastante trajín y la constante presión del día a día.

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