Montag, 19. September 2011

Un Hamburgo vergonzoso (y el responsable)

Estudiado el proyecto que se presentó en la pausa de verano, y vistos un par de partidos de la pretemporada, me dejé ilusionar por la idea de que por fin Hamburgo tendría un equipo con pies y cabeza; el resultado: anticipé que el club estaría entre los 5 primeros de esta Bundesliga.

Claro, el torneo es aún muy joven, apenas 6 fechas. Eso significa que todavía es posible que ese pronóstico se dé, pero la verdad, hoy, tras ver lo que acontece en el puerto alemán, debo decir que lo dudo. ¡El Hamburgo da vergüenza!

El director deportivo del club, Frank Arnesen, sostiene que “el Hamburgo es un proyecto que la gente aún no entiende”, que se necesita tiempo y que las cosas marchan por buen camino y lo único que hace falta es una victoria. ¡Nada más lejos de la realidad! ¿Qué tienen que entender los analistas y los aficionados que no sea lo que sucede en la cancha?

Seamos sinceros, el Hamburgo juega a nada. Un equipo donde –diga lo que diga Arnesen- el desorden es total, no hay la capacidad de defender sus ventajas transitorias, en 6 partidos apenas se acumula 1 punto, el gran logro actual es ser último en la tabla de posiciones con 17 goles en contra y apenas 6 a favor (algo que es tal vez lo único positivo pues oportunidades de anotar sólo ha creado el HSV 15, lo cuál es una buena cuota).

En lo corrido de la temporada el entrenador Michael Oenning ha cambiado su formación partido tras partido, no hay un solo juego que se haya afrontando con el mismo personal; y para empeorar todavía más el panorama, el tan esperado y perseguido rejuvenecimiento de la plantilla resultó ser el fin de semana una farsa pues contra el Mönchengladbach (derrota 0-1 en casa) el promedio de edad fue de casi 27 años.

Alemania debate sobre el problema verdadero del Hamburgo: ¿los jugadores? ¿el entrenador? ¿el director deportivo? Para mí todos tienen su responsabilidad, pero la mayor le compete, sin duda, a Frank Arnesen.


El ex funcionario del Chelsea ha dejado en evidencia cuan poco conocía a la Bundesliga antes de llegar a ella, y ahora se aferra a sus decisiones con la esperanza de que al final no le toque reconocer sus equivocaciones.

Del club inglés se trajo a 5 jugadores de la reserva. Cierto, el segundo o tercer equipo del club londinense tienen más calidad en su plantilla que el campeón de Finlandia. Pero él no llegó a Finlandia sino a Alemania, y no a un club de los que pelea por mantenerse en primera división, sino a uno de tradición cuya aspiración natural es ser campeón.

Las grandes contrataciones de futbolistas, la llegada de figuras que pudieran ayudar inmediatamente al Hamburgo, no se dio. Los ex Chelsea tienen su calidad, no hay por qué poner eso en tela de juicio, pero no son suficientes. Punto, sobre eso no hay que discutir.

Arnesen, además, se la jugó (y se la sigue jugando) con un entrenador como Michael Oenning, en contra del cual no sólo habla el rendimiento del equipo, también la estadística: 13 partidos en serie con el HSV sin ganar; de 31 partidos jugados en la Bundesliga como entrenador apenas ha ganado 4 en toda su historia; un DT sobre el cual sus ex jugadores en Núremberg dicen “buena gente, pero sin idea de cómo funciona esto”.

Si me piden señalar un responsable de la crisis del Hamburgo con el dedo índice, yo lo elevo en dirección a Arnesen, de quien tengo la impresión que no sabía de la verdadera calidad de la Bundesliga en la competencia del día a día; que se simplificó el trabajo en el HSV presentando como salvación, y base para un futuro brillante, a jugadores que para otro gran club europeo (Chelsea) no dan el nivel de la primera plantilla; que decidió mantener en el banco a un DT sobre el cual no se informó lo suficiente (ni sobre sus balances, ni sobre sus logros) en mi opinión para conservar el máximo influjo posible en el trabajo en la cancha.

El fin de semana próximo el Hamburgo jugará su primera final contra Stuttgart (un rival que viene a buen paso y es dirigido por un ex entrenador del club del puerto, Bruno Labbadia), y las opciones que tiene de ganar son escasas. Ese será el fin –muy probablemente- de la aventura con el entrenador Oenning (la presión será inaguantable como para mantenerle en el banco), pero el mayor malentendido (que con fortuna se solucionará a tiempo) seguirá allí: Frank Arnesen.

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