Samstag, 30. Juli 2011

Klinsmann, el nombre de una fabula

“No hay plazo que no se cumpla”. Mi abuela me decía esto cuando yo era un chiquillo con ganas de ser adulto, entonces no le creía pero ella tenía razón; hoy que soy adulto, en dirección a la vejez, le creo y desearía que ella no tuviera razón.

En el caso de Jürgen Klinsmann también se cumplió el proverbio de mi abuela: se cumplió el plazo del sueño eterno del alemán, ser entrenador de la selección de los Estados Unidos. Creo que en un breve espacio del tiempo la afición norteamericana (la que entiende verdaderamente de fútbol) estará deseando que ese plazo no se hubiera cumplido.

Yo, en privado, sólo puedo vincular con el nombre Klinsmann recuerdos agradables: la Copa Confederaciones 2005, la preparación del Mundial 2006, el evento en Alemania, su paso por el Bayern… Tuve la oportunidad de cubrir desde adentro estos procesos y la experiencia marcó mi vida.

De otra parte, como analista del fútbol, tengo que reconocer que el nombre Klinsmann es sinónimo de desilusión, de promesas no cumplidas, del vendedor que infla el producto que una vez comprado no sirve para nada. El ex entrenador de la selección alemana y del Bayern es mucho menos de lo que pretende ser.

Klinsmann pretende ser un entrenador revolucionario, pero no lo es. Si pretendiera ser un administrador revolucionario, un innovador gestor de estructuras, estaría más cercano a la verdad de su esencia como hombre de fútbol.

Pero el alemán se empeña en ocupar la posición de “entrenador”, uno que no le va porque el traje le queda grande. Tal vez sea esta la razón por la cual siempre quiso ocupar ese cargo en Estados Unidos, donde la comprensión del juego es potestad de una enorme minoría; donde no se entiende masivamente lo que es un entrenador, es factible ser un entrenador cuando de verdad no se es uno. Esas condiciones le vienen a la medida a Klinsmann, para quien fueron golpes del azar, resultado de las circunstancias, el haber sido con antelación entrenador de Alemania y del Bayern.

Más grande, más arriba, imposible; aún así lo de llenar el banco alemán (2004) fue el resultado de una loca idea, fruto del desespero tras la negativa de los principales candidatos Guus Hiddink, Morten Olsen, Arsene Wegner, Ottmar Hitzfeld y Otto Rehagel; la llamada “Comisión para encontrar un entrenador nacional” (no es broma, así se llamaba) de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), no encontraba sucesor para Rudi Völler y antes de fracasar -careciendo del talento que hoy con Jürgen Klopp (Dortmund), Thomas Tuchel (Mainz) y Robin Dutt (Leverkusen) florece en el país- contactó a Jürgen Klinsmann, especialmente para frenar el camino de Lothar Matthäus que venía apoyado por Franz Beckenbauer.

Lo de llegar a Múnich fue otra vez el resultado de negociaciones frustradas en diciembre del 2006 con los Estados Unidos para asumir la dirección de la selección. Klinsmann había renunciado al finalizar el Mundial de Alemania a renovar su contrato con la DFB retornando a su casa en California con la posibilidad en mente de conducir el equipo nacional norteamericano. Libre, se le acercaron las directivas del Múnich para contratarlo (“la peor decisión de mi vida” diría el presidente del Bayern Uli Hoeness al rememorar ese fichaje) con la esperanza de, a largo plazo (en un club que vive del corto plazo), reformar las estructuras para garantizar éxito.

En Múnich Klinsmann ciertamente le cambió la cara al club, lo “profesionalizó” como él mismo en su lenguaje lo denominó, integrando cambios estructurales y adicionando elementos importantes para el rendimiento deportivo. El Bayern le dio tanto poder como nunca antes (y nunca después) se lo había dado a un entrenador. Pero la realidad es que lo que hizo fue para nada.

Les invito a leer estos textos, entonces entenderán mejor el paso de Klinsmann por el Bayern:

1- Las expectativas que despertó y las promesas que hizo al llegar al Bayern
2- Su balance intermedio (ya se veía venir un mal final)
3- Su despido

En la selección alemana, con anterioridad, la cosa no era diferente. Allí Klinsmann era el gran moderador, el motivador, el hombre de los discursos, el que comunicaba entusiasmo. El fútbol lo comunicaba el actual entrenador Joachim Löw.

Mientras Klinsmann acudía a sus jugadores con frases como “tienes que meterla toda”, “no te arrugues”, “vamos a mostrar quienes somos”, Löw les explicaba los movimientos a hacer, los recorridos a seguir en la cancha, elaboraba la estrategia de manejo de balón… El entrenador verdadero en la cabina a la sombra del oficial. Klinsmann aprovechó al máximo la euforia de jugar un Mundial (y una Copa Confederaciones) en casa, el entusiasmo popular fue su escondite, el armario donde pudo ocultar sus falencias técnicas.

Y claro, a él (¿o a Löw?) se le debe la consagración de Bastian Schweinsteiger, Lukas Podolski, Philipp Lahm, pero al mismo tiempo se le debe un fútbol que tanto en Alemania (que por fortuna contaba con Löw), como en el Bayern (que desafortunadamente no contaba con Löw sino con Martín Vásquez, un excelente estratega que no logró comunicar en Múnich su idea por poner tanta atención a su jefe), parecía condenado a vivir sólo del aspecto emocional.

La ecuación le puede resultar en Estados Unidos. Eso sí, cuando Estados Unidos entienda un poco más de fútbol entonces se preguntará por qué Jürgen Klinsmann es su entrenador.

1 Kommentar:

  1. Me va quedando un poco más aclaro ahora quién era el que de verdad manejaba los hilos en la selección Alemana allá por el 2006. Leí siempre que Klinsmann había sido el gran revolucionario, pero también había quienes alertaban sobre el que realmente "hacía el trabajo". Por ejemplo: el fatídico papelito que llegó a los guantes de Lehmann a la hora de los penales contra Argentina (mi selección), tenía la letra de Low....

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